Tras el rápido desarrollo de la tecnología y la apertura de fronteras
e intercambios culturales cada vez mayores, muchos profesionales de la
educación se están planteando generar en los niños valores, metas, capacidades
que permitan resolver problemas relacionados con las emociones y los
sentimientos.
Llevamos tiempo
escuchando hablar de inteligencia emocional pero ¿qué es? ¿para qué sirve? Hoy
se sabe que la mayoría de las habilidades que nos conducen a una vida plena son
emocionales y no intelectuales. Aprender a regular las emociones y las de los
que nos rodean forma parte de los planes de estudios de algunas escuelas
infantiles y colegios. Lo que sienten los niños sobre sus experiencias de aprendizaje
debe ser tan importante como lo que aprenden. Por tanto las emociones deben ser
parte del currículo en la edad temprana. El mundo emocional de los niños es
complejo, debemos ofrecerle herramientas que le ayuden a identificar que siente
y como les afecta. No es lo mismo estar triste que enfadado, sentir vergüenza,
rechazo, ira, miedo o alegría. Y eso es algo que los niños necesitan aprender a
través de la “escucha activa, el dialogo, el desarrollo de la empatía, la
comunicación no verbal, sabiendo decir que no a reaccionar sin violencia.
La tarea de educar
emocionalmente es necesaria. El ritmo de vida está provocando que se sustituyan
las necesidades emocionales de los niños por videoconsolas. El vacío emocional
incapacita a los niños a enfrentarse al mínimo revés. El entorno tampoco
facilita las cosas: la tele, internet, los videojuegos…
El desarrollo
emocional de los niños es mucho más vulnerable por las calamidades y
privaciones de afecto a que están expuestos. No tienen modelos para desarrollar
competencias que necesitan para la vida presente.
Todas estas causas y
muchas otras que con seguridad han tenido su influencia en el cambio han ido
haciendo más sensibles a los educadores, a los padres, a los médicos y a los profesores
en general, sobre la importancia que tiene la vida emocional de las personas.
Y, sobre todo, de los escolares en las primeras edades.
La escuela también puede
ayudar en el aprendizaje emocional, optando por un modelo donde haya cabida para
los conocimientos y las emociones y fomentando el aprendizaje de la
inteligencia emocional. Si entre todos, familia
y escuela, ponen de su parte, el resultado son niños con autoestima, optimistas
que entienden los sentimientos de los demás y superan sin dificultad las
frustraciones.En definitiva futuros adultos FELICES!!!!!
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